El estilo según Adele
Adele se ha convertido en la artista que más discos ha vendido en 2011,superando a la mismísima Lady Gaga.Su segundo disco '21' ha vendido más de 15 millones de copias en todo el mundo. Semejante éxito ha dejado a la joven cantante con la sensación de que “2011 ha sido el mejor año de su vida”.
Premeditadamente o no, Adele no es solo un superéxito musical sino también un modelo de estilo para millones de fans, al igual que en su día lo fue Amy Winehouse. La cantante británica, cuya figura delata lo “mucho que le gusta comer y lo poco que le gustan los gimnasios”, se ha ganado el cariño del público femenino hablando con naturalidad de su figura. Y a la hora de la verdad, en las galas de premios, ha demostrado que, aun estando al lado de divas de cuerpos espectaculares como Rihanna y Katy Perry, ella ha salido ganando porque hace "música para los oídos y no para los ojos”.
Premeditadamente o no, Adele no es solo un superéxito musical sino también un modelo de estilo para millones de fans, al igual que en su día lo fue Amy Winehouse. La cantante británica, cuya figura delata lo “mucho que le gusta comer y lo poco que le gustan los gimnasios”, se ha ganado el cariño del público femenino hablando con naturalidad de su figura. Y a la hora de la verdad, en las galas de premios, ha demostrado que, aun estando al lado de divas de cuerpos espectaculares como Rihanna y Katy Perry, ella ha salido ganando porque hace "música para los oídos y no para los ojos”.
Su estilo retro con prendas casi siempre negras se ha convertido en su seña de identidad. “Soy como Johnny Cash, solo llevo negro”, ha dicho Adele sobre su obsesión con este color. La joven de Tottenham (sur de Londres) apuesta siempre por prendas muy femeninas: vestidos, encajes, lazos... siempre inspirados en la ropa de los 50 y 60 y en los que prime la comodidad. Nombra a pocos diseñadores, pero se sabe que tiene debilidad por Barbara Tfank, que la vistió para recoger los Grammys.
Pero quizá lo que más llame la atención del 'estilo Adele' es su peinado y maquillaje. La británica va siempre muy maquillada. En sus looks no falta nunca un eyeliner muy marcado y grueso, pestañas postizas, colorete y gloss en los labios. Su maquillaje es tan imitado que en internet hay cientos de tutoriales para aprender a pintarse como ella.
El pelo es otro de los puntos fuertes de su estilo. Adele siempre lleva mucho volumen en su melena. Recogido o suelto, la cantante huye del pelo sin forma como lo haría de unas mallas fosforitas. Sus coletas hacia un lado y sus moños altos son los más imitados.
El único reproche que podríamos hacerle a su estilo es que a veces le echaunos cuantos años encima y te olvidas de que Adele, la chica que le escribió un disco al ex novio 'rompecorazones' que todas hemos tenido, tan solo tiene 23 años. Por lo demás, no podemos más que alabar su naturalidad y personalidad a la hora de vestir, pasando de las modas y escuchando solo a lo que le pide el cuerpo. Como en la música.
El pelo es otro de los puntos fuertes de su estilo. Adele siempre lleva mucho volumen en su melena. Recogido o suelto, la cantante huye del pelo sin forma como lo haría de unas mallas fosforitas. Sus coletas hacia un lado y sus moños altos son los más imitados.
El único reproche que podríamos hacerle a su estilo es que a veces le echaunos cuantos años encima y te olvidas de que Adele, la chica que le escribió un disco al ex novio 'rompecorazones' que todas hemos tenido, tan solo tiene 23 años. Por lo demás, no podemos más que alabar su naturalidad y personalidad a la hora de vestir, pasando de las modas y escuchando solo a lo que le pide el cuerpo. Como en la música.
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El público podrá visitar el museo Balenciaga a partir del 10 de junio
Cristóbal Balenciaga Museoa, que parece ser el nombre oficial del museo dedicado al legendario modisto en Getaria, su localidad natal, abrirá sus puertas al público el próximo 10 de junio, viernes. A partir de ese fin de semana, los ciudadanos de a pie podrán ver por fin el interior y el contenido de un museo del que llevan oyendo hablar muchos años y que es singular por varias razones. Lo es porque, tal como destacaba la nota que anunciaba ayer la fecha de apertura al público, es el único museo íntegramente dedicado a un modisto en el mundo. Y no lo es menos por el azaroso camino que ha recorrido desde que se empezó a oír hablar del proyecto hace más de quince años y se puso la primera piedra del edificio hace diez.
Tres días antes, el 7 de junio, tendrá lugar la inauguración oficial, a la que invitan el Presidente Fundador de la Fundación Cristóbal Balenciaga, el modisto Hubert de Givenchy, y la consejera de Cultura del Gobierno Vasco, Blanca Urgell, en su calidad de presidenta de turno de la Fundación. La protagonista de un acto en el que se darán cita, según dice la nota, «los máximos representantes institucionales y de los sectores de la moda y la cultura», será sin embargo la reina Doña Sofía, que junto con el Rey ostenta prácticamente desde su creación la presidencia de honor de la Fundación.
30 millones
La nota que anuncia la fecha a partir de la que todos los ciudadanos interesados podrán recorrer las salas en las que se mostrarán los trabajos de Cristóbal Balenciaga -la exposición permanente constará de 90 piezas, de manera que los fondos de la colección vayan rotando- no especifica detalles como horarios o precios, pero sí aporta un dato relevante: el correspondiente a la inversión que ha sido necesaria para construir y poner en marcha el museo. La nota dice literalmente que, «en cifras, el museo ha supuesto una inversión de 30 millones de euros entre los gastos destinados a la primera y segunda fase de las obras, al proyecto museográfico y a las actividades emprendidas hasta la fecha. Las aportaciones han correspondido en un 35% al Gobierno Vasco, en el mismo porcentaje a la Diputación Foral de Gipuzkoa y en un 30% al Ministerio de Cultura». En aplicación de esos porcentajes, Diputación y Gobierno Vasco han aportado respectivamente 11,5 millones de euros, procediendo los 9 restantes del Ministerio de Cultura. El Ayuntamiento de Getaria, por su parte, «ha cedido los derechos de uso del suelo».
Aunque el presupuesto del museo ha sido variable y nunca se ha terminado de establecer con claridad, en 2008, en la comisión de investigación que se creó en el Parlamento Vasco para dirimir la vertiente política de las presuntas irregularidades que se habían cometido en la gestión del proyecto, se afirmó que «las instituciones han gastado ya 19.794.001 euros en el museo», por lo que han sido necesarios otros diez para abrir definitivamente las puertas del establecimiento.
La ‘Milla de Oro’ de la moda española en NYC
La Gran Manzana es el escaparate mundial de la moda, y las firmas españolas ganan mayor presencia año tras año. Bienvenidos al ‘Spanish Soho Mile’.
Chinatown, Little Italy, Koreatown, el Harlem latino, Little India en Queens, la comunidad ruso-ucraniana del sur de Brooklyn, los miles de griegos en Astoria, los polacos de Greenpoint... Nueva York es un mosaico de culturas, muchas de ellas representadas en sus barrios.
Hubo una época en la que también hubo una ‘Little Spain’, en la calle 14, entre la séptima y la octava avenida, en el borde del West Village. En la primera mitad del siglo XX, esas dos manzanas estaban repletas de españoles emigrados a la Gran Manzana.
Hoy apenas quedan rastros de esa presencia, pero la vitalidad española sigue presente en la ciudad de otra manera: en los cientos de restaurantes, mejores y peores, que son o quieren ser españoles, y también en un sector cada vez con más peso, el de la moda.
Un pequeño paseo por el Soho, uno de los grandes escaparates de la moda internacional, confirma que ya son muchas firmas españolas las que pueden competir en la jungla de este pequeño barrio de edificos de hierro forjado, clientes exigentes y precios de alquiler desorbitados. Diseñadores como Custo Barcelona, Ágatha Ruiz de la Prada o Tous han cumplido su sueño americano.
Ellos y otro puñado de empresas de moda y joyería forman la ‘milla de oro’ de la moda española en Nueva York. Esta semana se han unido para la ‘Spanish Soho Mile’, una celebración de la fortaleza del diseño español entre cava, jamón, música en directo y con el rojo como color predominante en las tiendas.
Philippo Gifford sonríe sin parar. Es el director de Custo Barcelona en Estados Unidos y asegura que la marca “va muy bien”, mientras que hace tres años, con la crisis financiera a punto de entrar en ebullición, “no entraba nadie a la tienda”. Custo Barcelona, que se dio a conocer primero en Los Ángeles, ha sentado la base para el mercado latino desde Miami, tiene dos tiendas en el Soho y se dispone a abrir una nueva próximamente en Nueva York. Será en el Meatpacking District, la zona de clubes nocturnos por excelencia, a un paso de las galerías de Chelsea y del West Village, y que se ha convertido en el último gran destino para las grandes firmas internacionales. Para Gifford, “hay que estar en Nueva York” si quieres ser una marca global.
A pocas manzanas de Custo se desperdigan las tiendas de Camper, Mango o Mascaró-Pretty Ballerinas. También un showroom con pequeños diseñadores españoles. Quien ya no está en el Soho es Ágatha Ruiz de la Prada, que se ha mudado no demasiado lejos, al barrio de Tribeca. Con la pesadez del calor neoyorquino, se agradece la brisa del río Hudson, a menos de cien metros de la tienda, inaugurada el pasado mes y diseñada por Karim Rashid, uno de los nombres más cotizados en Nueva York.
Ágatha Ruiz de la Prada asegura estar “muy contenta” en Tribeca, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad. “Mi sueño desde niña era venir a Nueva York. Y ahora desde la tienda veo pasar barcos de vela por el Hudson”, dice entusiasmada. La diseñadora reconoce que, a pesar de los avances, “a la moda española se la conoce poquísimo, y eso hay que trabajarlo”.
En esta ‘milla de oro’ también hay sitio para firmas menos conocidas. Es el caso de Tierra, una empresa de complementos nacida en Lanzarote que cruzó el Atlántico hace un año para establecerse en el Soho. Aymara Gárciga forma parte del equipo de Tierra en Nueva York y define esta aventura como “excepcional”, y anuncia que “dentro de poco, abriremos aquí otra nueva tienda”.
La causa común de todos estos es potenciar la ‘marca España’ como un referente en el mundo de la moda. El mejor espejo es la gastronomía. Hoy los neoyorquinos aman las tapas, pagan fortunas por el jamón ibérico y se esfuerzan al pronunciar ‘tempranillo’. Quizá mañana ocurra lo mismo con el diseño.
Más info: Custo Barcelona, 474 Broome Street; Camper, 125 Prince Street; Ágatha Ruiz de la Prada, 466 Greenwich Street; Mascaró – Pretty Ballerinas, 436 West Broadway; Mango, 561 Broadway; Tierra, 65 Spring Street; Tous, 109 Greene Street.
Bolsas De Plástico convertidas en Moda
Camboya (EFE).- Recoger bolsas de plástico para reconvertirlas en bolsos, sombreros y otros accesorios de moda ha ayudado a un pequeño pueblo de Camboya a mejorar su nivel de vida y al mismo tiempo limpiar de basura su comunidad.
Chamcar Bei, una localidad de unos 4.000 habitantes situada en la provincia costera de Kep, es uno de los pocos lugares del país donde apenas pueden verse desperdicios acumulados, ya que aquí la mayoría de los desechos vale dinero.
La población, uno de los últimos reductos del antiguo régimen del Jemer Rojo hasta los años noventa, ha vivido durante décadas bajo el umbral de la pobreza y con el arroz y la ganadería como casi únicos sustentos de la economía.
Así fue hasta 2008, cuando llegó a Chamcar Bei la ONG británica Funky Junk, que ofreció pagar a los vecinos por recoger las bolsas de plástico que se apilaban en cada esquina.
“Pensamos en cuál era el problema más importante de contaminación y, sin duda, son las bolsas, ya que nadie las quiere una vez utilizadas y las tiran en cualquier lado”, asegura a Efe Sob Misy, uno de los responsables de Funky Junk en la aldea.
Las botellas, el metal o la madera ya eran compradas por otros comerciantes, pero el resto de desechos se amontonaban a la orilla de los caminos o dentro de los estanques.
Ahora los residentes guardan celosamente sus bolsas de plástico en canastos hasta que tienen suficientes para vender y queman el resto de desperdicios, aunque algunos aún se esconden en rincones.
“Todavía no han terminado de entender que la pequeña basura también deben recogerla, aunque de momento no la reciclemos. No todos lo hacen”, continúa Misy.
Funky Junk compra cada mes unos 160 kilos del “género”, pero el pueblo no genera la cantidad suficiente, por lo que la limpieza se ha extendido a localidades cercanas como la capital provincial, Kep, o la más lejana y turística Sihanoukville.
Una vez recolectadas, las bolsas son lavadas y cortadas en tiras, para luego ser tejidas en un pequeño taller que emplea a una decena de “costureras” del pueblo.
Los trozos de plástico se convierten después en accesorios de moda como gorros y bolsos, aunque también fabrican canastos de diferentes tamaños y coloridos diseños que se venden en lugares turísticos o a través de Internet.
Hein Pove y sus cuatro hijos vivían antes de lo poco que daba una pequeña parcela de arroz de apenas diez metros cuadrados, por la que correteaban algunos pollos y un par de perros.
“Entonces no teníamos dinero para desayunar nada por la mañana. La tierra daba muy poco”, señala la sonriente mujer de 33 años.
Hace cinco años, comenzó a entrenarse como una habilidosa tejedora de plástico, y ahora trabaja cinco días a la semana en el taller, actividad que le reporta entre 60 y 70 dólares mensuales, suficiente para comprar carne y pescado varias veces por semana.
Pove utiliza además los coloridos canastos que ella misma crea para recoger la basura en su propia casa o como maceta para las flores y plantas del jardín.
“Ahora nos preocupamos por tener todo limpio, no sólo para vender desechos, sino porque así los niños están menos enfermos”, explica mientras sus hijos juegan en un estanque de aguas casi impecables.
En la casa de Mou Earn, una humilde choza construida con unos trozos de bambú y hojas de palmera desecadas, aún se pueden ver los restos de años de desperdicios acumulados que han ido quemando poco a poco en un rincón del jardín.
Las frutas que vendía su madre y el arroz que recolectaban cada año daba apenas de comer a los ocho miembros de su familia, por lo que enseguida se interesaron por el reciclaje.
“Resulta fácil conseguir dinero recolectando las bolsas de plástico, pero el trabajo es más estable tejiendo”, afirma mientras ensambla dos tiras con una gran aguja.
Earn ha sido uno de los más activos en concienciar a sus vecinos para que recogieran los desperdicios, aunque no pudieran venderlos- “Les digo que tienen que recoger la basura, pero no me cuesta mucho convencerlos. Están contentos de ver el pueblo limpio.".
Según un reciente estudio del Ministerio de Medio Ambiente, apenas un 1.5% de los camboyanos cree que es necesario mantener las comunidades limpias para luchar contra el impacto del cambio climático.
Chamcar Bei, una localidad de unos 4.000 habitantes situada en la provincia costera de Kep, es uno de los pocos lugares del país donde apenas pueden verse desperdicios acumulados, ya que aquí la mayoría de los desechos vale dinero.
La población, uno de los últimos reductos del antiguo régimen del Jemer Rojo hasta los años noventa, ha vivido durante décadas bajo el umbral de la pobreza y con el arroz y la ganadería como casi únicos sustentos de la economía.
Así fue hasta 2008, cuando llegó a Chamcar Bei la ONG británica Funky Junk, que ofreció pagar a los vecinos por recoger las bolsas de plástico que se apilaban en cada esquina.
“Pensamos en cuál era el problema más importante de contaminación y, sin duda, son las bolsas, ya que nadie las quiere una vez utilizadas y las tiran en cualquier lado”, asegura a Efe Sob Misy, uno de los responsables de Funky Junk en la aldea.
Las botellas, el metal o la madera ya eran compradas por otros comerciantes, pero el resto de desechos se amontonaban a la orilla de los caminos o dentro de los estanques.
Ahora los residentes guardan celosamente sus bolsas de plástico en canastos hasta que tienen suficientes para vender y queman el resto de desperdicios, aunque algunos aún se esconden en rincones.
“Todavía no han terminado de entender que la pequeña basura también deben recogerla, aunque de momento no la reciclemos. No todos lo hacen”, continúa Misy.
Funky Junk compra cada mes unos 160 kilos del “género”, pero el pueblo no genera la cantidad suficiente, por lo que la limpieza se ha extendido a localidades cercanas como la capital provincial, Kep, o la más lejana y turística Sihanoukville.
Una vez recolectadas, las bolsas son lavadas y cortadas en tiras, para luego ser tejidas en un pequeño taller que emplea a una decena de “costureras” del pueblo.
Los trozos de plástico se convierten después en accesorios de moda como gorros y bolsos, aunque también fabrican canastos de diferentes tamaños y coloridos diseños que se venden en lugares turísticos o a través de Internet.
Hein Pove y sus cuatro hijos vivían antes de lo poco que daba una pequeña parcela de arroz de apenas diez metros cuadrados, por la que correteaban algunos pollos y un par de perros.
“Entonces no teníamos dinero para desayunar nada por la mañana. La tierra daba muy poco”, señala la sonriente mujer de 33 años.
Hace cinco años, comenzó a entrenarse como una habilidosa tejedora de plástico, y ahora trabaja cinco días a la semana en el taller, actividad que le reporta entre 60 y 70 dólares mensuales, suficiente para comprar carne y pescado varias veces por semana.
Pove utiliza además los coloridos canastos que ella misma crea para recoger la basura en su propia casa o como maceta para las flores y plantas del jardín.
“Ahora nos preocupamos por tener todo limpio, no sólo para vender desechos, sino porque así los niños están menos enfermos”, explica mientras sus hijos juegan en un estanque de aguas casi impecables.
En la casa de Mou Earn, una humilde choza construida con unos trozos de bambú y hojas de palmera desecadas, aún se pueden ver los restos de años de desperdicios acumulados que han ido quemando poco a poco en un rincón del jardín.
Las frutas que vendía su madre y el arroz que recolectaban cada año daba apenas de comer a los ocho miembros de su familia, por lo que enseguida se interesaron por el reciclaje.
“Resulta fácil conseguir dinero recolectando las bolsas de plástico, pero el trabajo es más estable tejiendo”, afirma mientras ensambla dos tiras con una gran aguja.
Earn ha sido uno de los más activos en concienciar a sus vecinos para que recogieran los desperdicios, aunque no pudieran venderlos- “Les digo que tienen que recoger la basura, pero no me cuesta mucho convencerlos. Están contentos de ver el pueblo limpio.".
Según un reciente estudio del Ministerio de Medio Ambiente, apenas un 1.5% de los camboyanos cree que es necesario mantener las comunidades limpias para luchar contra el impacto del cambio climático.
Noticia sacada de http://www.impre.com/laopinion/noticias/2011/6/4/transforman-bolsas-de-plastico-258793-1.html#commentsBlock